20 de junio de 2011

Deambulando en las sombras (Parte 1)

El fuego de una antorcha proyectaba extrañas formas en las paredes de la cueva, que parecían escurrirse con una podredumbre fétida. El ambiente apestaba a muerte, y el aire sabía a pantano.


El pequeño animal yacía inerte sobre la roca tendida. En sus ojos, opacos por la ausencia de su póra, intentaban dibujarse figuras de los alrededores, pero no conseguían concretar una forma. No había rastro alguno de vida en él.

¿O había?

Nubes de color púrpura emanaban del suelo de la cueva, ascendiendo rápidamente como insectos arrastrándose por las piedras. Casi instantáneamente rodearon el cadáver, y penetraron en la piel carcomida por los gusanos. El humo misterioso llenó las cavidades del cuerpo, como si de nueva vida se tratase. Los orificios empezaron a aparecer sobre la piel, acelerando la descomposición. Las aberturas dejaron escapar parte del éter oscuro. El animal parecía quemado por fantasmas.

Dientes descompuestos y sucios aparecieron entre una sonrisa siniestra, alumbrada por la pobre luz de la antorcha. Al lado suyo, una cara joven dejaba ver su cansancio. Manos aún moviéndose, usadas para realizar el hechizo, temblaban exhaustas, pero a su vez liberadas de la presión de la magia.

"¡Muy bien! Hasta que pudiste hacerlo. Para serte sincero, no creí que pudieras aguantar las fuerzas de la magia oscura. ¡Mucho menos manipularla!" -se escuchó, mientras que el viejo daba palmadas en la espalda del agotado muchacho.

Entre suspiros, que más bien parecían un intento desesperado por respirar, su pupilo solamente levantó la mirada hacía el anciano, con una expresión que no revelaba ya mucho, pues los ojos tan púrpuras como el mismo humo que insufló en el cadáver no dejaban ver brillo alguno de su póra, si es que aún lo poseía.

"¡Pon atención a lo que estás haciendo! Fíjate en el apere'a. Parece que está empezando a moverse." -le contestó al gesto su mentor, seguido por una carcajada macabra.

La mirada del discípulo se volteó al pequeño roedor y su cara mostró una sensación de satisfacción al ver lo que sucedía frente a sus ojos.

Patas y cabeza retorciéndose de lado a lado. Esa extraña sustancia saliendo de su cuerpo, y emitiendo un olor aún más nauseabundo que el del propio lugar. La carne siendo consumida y a su vez regenerada en otros lugares, para volver a pudrirse y que crezca en un sitio diferente. La forma en que aparecía y desaparecía el tejido curiosamente iba en sincronía con las verdes llamas de la antorcha, que para ese entonces ya estaba por apagarse. Sus ojos empezaron a encenderse con el mismo color de las llamas. En poco tiempo, el ser pareció volver a cobrar vida.

La boca desprovista de algunos dientes y llena de otros putrefactos empezó a moverse de vuelta- "¡Ja! No se que podríamos lograr con una basura como esta. No es nada útil para el Cónclave, pero al menos ya sabemos que puedes manipular la magia y devolver la vida a cosas como esta. Necesitarás algo de práctica, pero al menos ya puedes decir que eres uno de los Pajes."

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