5 de enero de 2011

La Invasión de Guayaibi - Parte 6(1)

"Ya te dije que las técnicas de los guerreros no son apropiadas para una niña como tú," decía Itaete a su hermana, en medio del pequeño e improvisado lugar de entrenamiento que había construido cerca de su morada. "¿Por qué dices eso? ¡Si yo puedo manejar a la perfección todas las técnicas que utilizas!" Respondió caprichosa Pykasu, haciendo pucheros con la cara. "¿Cómo que las manejas? Si no tienes la fuerza para usar las lanzas ni los escudos," dijo el guerrero, burlándose de su hermana pequeña. "Además, es la primera vez que vienes a verme practicar."


"No estés tan seguro de eso, kyvy," susurro Pykasu entre risitas. Claro, era obvio que con su naturaleza curiosa ella ya lo habría estado espiando en el pasado. No debería de sorprenderle el hecho de que se haya aprendido algunas técnicas solo con la observación.

"¡La próxima vez que me estés mirando a escondidas hazme el favor de avisarme!" Gritó algo enfadado Itaete, mientras seguía dando golpes al tronco de práctica con la lanza que tenía. "Pero, si te aviso... ¿no dejaría de ser a escondidas?" Preguntó inocentemente la pequeña Pykasu. Su hermano simplemente la miró con una expresión de confusión, y siguió practicando sus ataques.
"¡Si no vas a dejarme practicar me voy adentro!" Gritó finalmente Pykasu, dando media vuelta y entrando a la choza enseguida.

Itaete siguió entrenando, ignorando a su hermana y sus caprichos. Debía estar preparado, después de todo, aspiraba ingresar al grupo de guerreros que serían enviados a Tavapy para defender el cacicazgo de Arigua de los ataques enemigos. Con los ataques provenientes de los poblados Guaykuru, el Gran Cacique Amasunu había empezado a fortalecer las defensas de la región. El defender su tierra y sus seres queridos de las amenazas que pudieran atentar en contra de ellos era el deber de Itaete. Llegar a formar parte del ejército más grande de la nación era todo un sueño para él.

Desde muy pequeño, Itaete se encargó de proteger a su pequeña hermana y a su madre de los animales de la jungla y los enemigos de la tribu. Mientras que asestaba golpes con su laza, por su mente pasaban recuerdos de las veces en que el había defendido a su familia en el pasado.

"¡Kyvy! ¡Ayúdame!" Se escuchaba la voz de Pykasu, seis años atrás en la memoria de su hermano. Saltando entre las ramas de los árboles, Itaete se dirigía a gran velocidad al lugar de donde provenía la voz de su hermana. Lo único que uno alcanzaba a ver eran las hojas de los árboles cayendo luego de que el veloz rayo pasaba por allí. En un pestañeo, Itaete ya había localizado a Pykasu. Con un salto bajó de la rama en donde estaba, y observó el estado de su hermana. Alrededor de uno de los tobillos de Pykasu se encontraba una liana, atada de una manera que no podía ser natural. Probablemente era una trampa para algún animal, pensó el joven.

"¿Te encuentras bien?" Preguntó Itaete. "Creo... Creo que si, pero esta planta tiene espinas que están lastimándome," dijo en respuesta Pykasu, tratando de no preocupar a su hermano a pesar del problema que había mencionado. Tras una mirada más detallada, el joven pudo comprobar que efectivamente la planta era un tanto extraña. Se enredaba entre espinas y hojas, y parecía que los pimpollos de sus flores brotaban al contacto con la sangre de Pykasu. Lucía peligrosa.

"No te preocupes, yo te sacaré de aquí," le dijo Itaete para calmarla. Sacó la lanza que traía en su espalda, y cuidadosamente, cortó las ramas con la punta de piedra para liberar a Pykasu. Cuando por fin parecía estar libre, las espinas empezaron a crecer de vuelta y enredaron la pierna de la niña. Furioso, Itaete cortó una vez mas la extraña planta con la lanza, pero esta vez de la parte que no estaba enrollada alrededor del tobillo de su hermana. Un aro de espinas y flores quedó "adornando" la pierna la niña, pero a pesar de eso ya pudo moverse.

Sin prestar mucha atención a los detalles de la planta, Itaete y Pykasu desaparecieron rápido del lugar.

Esa planta. Itaete nunca había entendido lo que era esa planta. Sin importar eso, ya no suponía un riesgo para la chica. Después de poco tiempo, las espinas habían desaparecido, dejando a en su lugar hermosas flores que nunca marchitaban. La tobillera de flores se había convertido en un rasgo característico de Pykasu luego de tanto tiempo. Sirvió para complementar la increíble belleza que ostentaba.

Con un golpe de su lanza afilada, Itaete sacudió su cabeza, volviendo al presente a su arduo entrenamiento. Debía seguir volviéndose más fuerte para continuar sirviendo a los seres que amaba.

1 comentario:

  1. :D muy tierna la descripcion de las intenciones de itaete.. me gusto el toque paternal..

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