23 de agosto de 2010

La tierra sin mal - La invasión de Guajaivi: Parte 2

Al rededor de la fogata, los ancianos de la aldea convocaban a los póras guardianes. Las gemas que tenían por ojos los animales del tótem parecían arder con el mismo fervor del espíritu de sus pares vivos. Las llamas ascendían hasta chamuscar las hojas de tajy y hacer caer algunas flores, que dejaban una esencia única en el ambiente. Parecía ayudar a borrar la línea que separa este mundo con el otro.

A un costado de la ceremonia, en una pequeña choza, la jóven Pykasu permanecía escondida detrás de una tela que tenía como puerta. Miraba la manera en que los Avares realizaban su extraño ritual. Parecía estar asombrada de todas las palabras que hilaban para formar sus conjuros. Ni siquiera cuando visitaba la playa del Ypoa en la época de festivales había escuchado cánticos tan extraños de boca de los Chamanes de las islas.

La curiosidad era un aspecto innato de la personalidad de Pykasu, y para su conveniencia siempre era sigilosa. No había un asunto en la aldea del que ella no se enterase. Por fortuna esto simplemente era mera curiosidad, pues toda la información que adquiría de su improvisado espionaje era sólo para ella. No acostumbraba a comentar nada de lo que sabía.

No pasó mucho tiempo antes que una figura un poco más alta que ella apareciera cerca. Su hermano, Itaete, hizo presencia. Siempre cuidaba que Pykasu no se meta en apuros. Conocía la naturaleza suspicaz de su hermana, y tomaba las medidas necesarias para que esto no le resulte problemático.

El fuego del ritual reflejaba las sombras de los dos en las paredes de takuara de su precaria choza, subiendo hasta llegar a la paja deshilachada que tenían por techo. La figura de Itaete reflejaba el hombre fornido que era. Como un guerrero de la aldea, tenía bastante desarrollada la musculatura, al menos lo suficiente para poder valerse por la selva y enfrentar a los animales y guerreros enemigos que se encontraban allí. La sombra de sus cabellos largos y lacios danzaba cual llamas ceremoniales.

Como una extensión de la suya, la figura de Pykasu dibujaba una porción de tinieblas entre las luces del lugar. Era notable la diferencia entre ella y su hermano en cuanto a la estatura, pero lo compensaba con una belleza extraordinaria. Si bien no era notable en el trazo que dejaba en la oscuridad, durante el día atraía más de una mirada.

Luego de poco tiempo, ya no parecía haber sombra alguna en la pequeña aldea. Las llamas ascendieron alto hasta cubrir todo el tótem. Los póras estaban listos para acudir al llamado.

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Trataré de actualizar diaramente, espero y lo disfruten ;)

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